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viernes, 20 de febrero de 2009

DON TOMÁS MALAGÓN, MODELO DE SACERDOTE


Editorial de Noticias Obreras
Núm. 1.474 [16-02-09 / 28-02-09]


En la década de los setenta lo lunes no había periódicos, los periodistas descansaban. En su lugar, la Asociación de la Prensa publicaba «La Hoja del Lunes», cuya venta le ayudaba a mantener la asociación. En «La Hoja del Lunes», de Cádiz, del día 15 de Noviembre de 1976, viene la siguiente información:


    «Martes, 16: ‘‘Coloquios sobre la conciencia política cristiana’’. En la Casa de la Iglesia —Obispo Calvo y Valera, 26— tendrá lugar a las nueve menos cuarto de la noche una charla-coloquio, a cargo de don Tomás Malagón, sobre ‘‘Conciencia política cristiana’’. El día siguiente, a la misma hora, termina este breve ciclo con el tema ‘‘Formación de la conciencia política cristiana’’, desarrollado por el mismo conferenciante».

D. Tomás dedicó buena parte de su vida a la formación de militantes cristianos, formación que incluía la dimensión política de la conciencia, pero que no se agotaba en ella, pues pretendía formar apóstoles «en el pleno sentido que hay que dar a esta palabra, constructores de un mundo tal y tan verdaderamente humano que ante el Padre y ante los hombres sea ya, en plenitud y de hecho, gloria de Cristo».


Para D. Tomás, la conciencia política cristiana surge de nuestro encuentro con la Iglesia, de nuestro primer encuentro con la Iglesia, que es el bautismo. El bautismo nos confiere un objetivo para nuestra existencia: que la vivamos en coherencia con nuestros compromisos bautismales según la vocación que hemos recibido de Dios. Para interpretar esto es necesario tener en cuenta tres aspectos: El bautismo nos da una vida nueva: la vida de los hijos de Dios; nos une a Jesucristo y a su cuerpo que es la Iglesia; y nos unge en el Espíritu Santo que nos anima a repetir la mismas palabras de Jesús en la sinagoga: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, y a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc. 4,18-19). Si separamos o eliminamos alguna de estas dimensiones estamos mutilando nuestra fe.


Esto no lo han entendido las personas y movimientos que han pretendido vivir su fe al margen de los pobres, de los cautivos, ciegos, oprimidos y de todos lo que esperan que se proclame el año de gracia del Señor, el año de la justicia. Tampoco lo han entendido las personas y movimientos que han pretendido reducir su fe al compromiso y vivirlo fuera, al margen o contra la Iglesia. Pero D. Tomás estuvo ahí, en medio de estos dos sectores, aguantando los palos que le venían de los dos sitios, tratando con infinita paciencia que todos llegasen a vivir una fe adulta, y con plena conciencia del revulsivo que había puesto en marcha:


    «Cierto que con militantes bien formados esas organizaciones y sus dirigentes, sus consiliarios y sus superiores jerárquicos, van a tropezar con más de un disgusto y van a dejar de disfrutar de ciertos favores y agasajos. Pero lo peor y más escandaloso es dedicarse a vivir con comodidad cuando hace falta y se nos exige vivir con heroísmo» («Encuesta y formación de militantes», Pág.13 y 14).

Estas palabras adquieren, a los veinticinco años de su muerte, una rabiosa actualidad: Lo peor que nos puede pasar a la Iglesia, a la HOAC y a los militantes es dedicarnos a vivir cómodamente cuando se nos exige vivir con heroísmo.


Bendito sea Dios que nos ha regalado la vida de D. Tomás. ■



EDITORIAL
Publicado en NOTICIAS OBRERAS:

Núm. 1.474 [16-02-09 / 28-02-09] pág. 5